¿Qué sucede cuándo se une gel antibacterial y una
moneda de 50 centavos?
El veintiocho de febrero se registró el
primer caso de contagio por el nuevo coronavirus en México.
A casi un año de estar encerrados en casa,
muchas cosas cambiaron, no solamente en lo personal.
Ya no somos los mismos a aquel 27 de
febrero, cambiamos de frecuencia, cambiamos nuestra forma de comunicarnos.
Hace un año, solo contaba con un equipo de
cómputo, generalmente para uso de mis hijos, para sus esporádicos trabajos de
investigación. Ahora no descansa.
Los celulares se convirtieron en el cambio
generacional, todo un mundo en la palma de la mano, el conocimiento en una
pantalla de 3.5 pulgadas.
Hace un año gozaba de la privacidad en
casa, nada me molestaba, nunca revelé el número de teléfono local, ni de chiste
invité al jefe o a los amigos. Ahora no salen de mi domicilio, mañana, tarde,
noche, estoy pendiente, con mi estado: “en línea”.
Tiene un año que no cabemos en casa, cada
rincón cobró un valor extraordinario, para conectarse para una
videoconferencia, videollamada, videoclase, videoplática. Palabras nuevas para
la RAEL.
Casados: estaba acostumbrado a no convivir
en pareja. Al menos tanto tiempo. Ahora nos vemos la cara desde que amanece,
hasta que anochece. Tiempo, tiempo, un tiempo por favor, el único espacio de
privacidad fue el asiento trasero del auto.
Terminé por suscribirme a todas las redes
sociales existentes, me convertí en una máquina para stalkear muros en facebok,
dar likes, retuitear, instagramear, seguir a yuotubers y públicar en Pintarest.
Hace diez meses, de mis 50 vecinos cabeza
de familia, cuatro de ellos se quedaron sin empleo, 10 de ellos suspendieron actividades
en sus negocios, 5 madres de familia iniciaron algún tipo de autoempleo, 1 solo
caso de divorcio y 1 caso de violencia dentro del domicilio por razones
económicas, que sigue en el tribunal.
Hace seis meses falleció el mejor de mis
amigos, por COVID-19, después de 30 días de atención médica.
A la fecha he tomado nota de 126 personas,
de amistad muy cercana, contagiadas por el coronavirus, de ellos lamento 17
fallecimientos.
Cuando empezó la pandemia, la gasolina
llegó a costar $16.50, después de un año anda en los $21.05, no hay forma que
deje de subir, y dicen que no hay gasolinazo.
El consumo en casa aumentó casi un 25%, en
tanto que el ingreso familiar, no solo no aumentó, sino que tuvimos recortes
para apoyar al personal médico que está en la primera línea de combate contra
SARS-COV2.
El gasto por vacaciones se redujo a $0.00,
no salimos. Adiós a las playas, adiós a
los restaurantes, adiós a los cines, adiós a los teatros, adiós a los
conciertos, adiós a todo.
Me preocupa, aun que no se, si no debiera;
pero mis hijos con edades arriba de los veintiún años, no han salido, no han interactuado
con otros chavos, a un año, no tienen novio o novia, o lo que quieran. Siguen
encerrados con conversaciones en línea. ¿Esa es la nueva normalidad? ¿Así serán
las nuevas relaciones?
A un año, aproveché las promociones de un
mes gratis de las plataformas digitales: Netflix, BHO, Amazon Prime Video,
Disney+, Apple TV, YouTube y Blim.
A un año, no entiendo ¿Porqué si se sabía
que venía una pandemia, no se previeron los mecanismos institucionales para
hacer frente no solo a la enfermedad, sino a sus consecuencias, todas?
A casi un año, llevo 2 amenazas de
contagio, que terminaron en resfriados.
A un año de la pandemia, sigo libre de
coronavirus.
Y bueno, a la pregunta de ¿Qué sucede
cuándo se une gel antibacterial y una moneda de 50 centavos? No lo sé, tal vez
nada o posiblemente se mueran los bichos de la moneda.